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Carlos del Barrio dice adiós al copilotaje
Carlos del Barrio pone punto y final al copilotaje profesional

Carlos del Barrio dejó de cantar notas en el último rallye Tierras Altas de Lorca el pasado mes de abril, después de 36 años en el asiento de la derecha.

Treinta y seis años después de aquel 1987, en el que empezó su relación con los rallyes, Carlos del Barrio decidía dejar a un lado las notas para enfocar su vida hacia otros derroteros. Locuaz, dicharachero, gran comunicador, un tipo lleno de carisma y anécdotas que contar que no aburre en ningún momento. Tuvimos la suerte de que nos acompañara durante unos minutos para que, libremente, nos contara sus reflexiones.

Fotografía: Jorge BRICHETTE.

No tiene que ser fácil desprenderse de toda una vida ligada al automovilismo, a los rallyes, al copilotaje, de tan solo un plumazo, una decisión instantánea pero, eso sí, muy meditada.

Carlos del Barrio ocupa un lugar preferente en la historia del copilotaje en España. Seguramente solo delante de él debería estar Luis Moya, y a su altura Marc Martí, con todo el respeto hacia los demás profesionales de este país. Carlos ha copilotado seis años a dos de nuestros mejores pilotos, Chus Puras y Dani Sordo, toda una referencia para quien no sepa el nivel del que estamos hablando. Los 54 años cumplidos del cántabro son suficientes para haber vivido los rallyes desde casi todas las perspectivas, por lo que no creemos que haya nadie que esté más capacitado para saber de este mundo y, por ende, de qué es lo que mejor le conviene. La toma de decisiones.

Sin embargo, cuando quedamos con él en Madrid, la primera pregunta era obligada, ¿De verdad te lo has pensado bien, Carlos, “Cada día que pasa estoy más convencido de haber tomado esta decisión. Desde el 5 de mayo que lo publiqué, con toda la gente que me encuentro me pregunta lo mismo, y yo les respondo de igual manera. Mi vida deportiva o mi palmarés no iba a cambiar mucho por un año o dos más y, sobre todo, es que no encontré la motivación suficiente en el Campeonato de España para continuar, a pesar de que yo había dicho que quería volver a este certamen porque deseaba estar más cerca de los míos y más tiempo con ellos. En un momento dado entendí que quería seguir corriendo rallyes, pero en un entorno del Campeonato de España y cerca de las personas y cosas de las que quiero estar. Es curioso, porque huí del hecho de hacer maletas, coger un avión en Barajas y estar 20 días fuera, y me encontré que los cinco, o tres días fuera de casa, como en Lorca o Terra da Auga tampoco era lo que yo quería. Al volver de Lorca, y para ser honesto con mi piloto, el equipo y conmigo mismo, decidí que esto era lo mejor que podía hacer.Tengo ganas de hacer otras cosas y era el momento de parar. Creo que llevo casi 400 rallyes, pero era lo mismo que fueran menos si no tienes la motivación. Pienso que en los rallyes tienes que estar al 100% y en mí esto ya no se daba”.

Carlos ha colaborado con nuestra revista muchas veces, y en los últimos tiempos a través de una columna en la que él nos hacía partícipes de sus pensamientos, de su forma de ver las cosas. En definitiva, se abría al mundo en sus pensamientos. Casi nunca ha ocultado nada, aunque aquello que no conozcamos, obviamente, es porque son cosas ya muy personales.

No hizo falta insistir mucho para que nos dedicara un poco de su tiempo. Era casi obligatorio para nosotros que Carlos nos relatara en primera persona cómo eran esos primeros momentos después de haber tomado la decisión de dejar el copilotaje. Su predisposición a contárnoslo es de agradecer. Nosotros queríamos saber cómo, siendo este un año en el que había aceptado dos ofertas, decidía abortar esos proyectos, Gil Membrado y Eduard Pons eran sus pilotos, “A Gil ya le conocía de hacía un tiempo, ya que hicimos un test año y medio atrás en las instalaciones de Xevi Pons, y para mí ha sido un honor correr con Eduard Pons y Gil este año, como lo ha sido igualmente con todos los pilotos con los que he corrido. Yo creo que esta temporada es muy importante para Membrado, está haciendo muchos kilómetros, y con Eduard lo he pasado muy bien, y con las familias de uno y otro, pero lo que decía, ni Gil ni Eduard estaban encontrado la mejor versión de Carlos del Barrio, y eso solo lo sé yo. Era el momento de parar y parar para siempre en cuestión de copilotaje”.

En estos 36 años, y salvando los momentos más críticos de cualquier deportista, tan solo una vez más pensó seriamente en la retirada, “Sí, solo fue una vez, en diciembre de 2004, cuando habíamos ganado el Rallye de Madrid, con Dani Sordo. A finales de ese año tenía yo 36 y creía que era el momento de dejarlo porque había otras alternativas de trabajo en Cantabria, pero ocurrió que entonces a las tres o cuatro semanas comencé a echar mucho de menos los rallyes, el ambiente de la competición. Lo retomé en el Rallye de México de 2005, cuatro meses después, con Ricardo Triviño. Fue curioso que mi primer rallye en México fuera con un mejicano, con una salida impresionante en Guanjuato, y con la anécdota de que en la ceremonia de pasar por el podio y presentar a los equipos nos dieron una bandera mejicana y yo la puse al revés en el parabrisas del coche, así que parecía la bandera italiana. Bueno, nadie se ofendió por eso…”.

Cómo empezó todo

Seguramente el futuro de Carlos comenzó a fraguarse en casa hacia otros derroteros cuando vio que lo suyo no era la enseñanza, su madre era profesora de E.G.B., y en el entorno familiar apostaban porque él siguiera con la tradición, aunque pronto se dio cuenta que no le motivaba, “Me di cuenta que lo mío no era la enseñanza en la Universidad, aunque en algunas asignaturas de la carrera sacaba sobresalientes, pero me catearon por la literatura de tercero, que era un simple comentario de texto. Luego intenté acabar después, pero no conseguí el tiempo ni la motivación suficiente, para lo que me había matriculado en la Universidad de Cantabria. Nunca es tarde para probar de nuevo, porque si a los 50 años he aprendido música y ahora quiero comenzar con el alemán, quién sabe”.

Antes de llegar a ese punto, y a la edad de 10 años, Carlos y su hermano menor, amenazaron con “independizarse” si no les compraban una moto, el primer vehículo a gasolina que les llamó la atención,

Veraneando un año en Llanes, en Cué, había un motocross y, curiosamente, la semana anterior había habido el Rallye de Llanes que pasaba por allí. Tenía mi casa por allí mi abuela, y también estaba aquello lleno de casas de indianos. Ese rallye de Llanes no le vi, pero el motocross le fuimos a ver, y fue cuando la mezcla de olor a gasolina, ruido de motores y espectáculo nos metió a mi hermano y a mí el veneno de la competición. Teníamos 10 años, y amenazamos a mi madre con irnos de casa si no nos compraba esa moto, la Montesa Cota 25. Naturalmente no nos hizo caso, aparte que la economía familiar no lo permitía con su sueldo de profesora de E.G.B. Años después, en un Rallye Peñucas del 82, mi madre no pudo llevarnos y fuimos nosotros hasta la Cavada, cerca de Solares, y de ahí fuimos andando con lluvia para ver la salida de un tramo. Teníamos 14 y 13 años (casi) y tuvimos que hacer el cálculo para coger el último tren de vuelta. Como te puedes imaginar, llegamos empapados y nos inventamos que habíamos perdido el autobús. En aquel rallye corría Alfredo del Águila con un Visa. Justo aquello fue nuestro tránsito de gustarnos el deporte de las dos ruedas a pasarnos al de las cuatro”.

Así fue como, con el veneno ya metido en las venas, a Carlos le surgió la posibilidad de ser copiloto por primera vez, casi de casualidad ante la baja a última hora del copiloto con el que se estrenó en los rallyes, “Mi primer rallye fue con Paco González, cubriendo una sustitución. Curiosamente el primer tramo fue en Riotuerto, más allá de la Cavada. El 25 de octubre de 1987 debuté como copiloto, ya que Jaime, el navegante habitual de Paco González no podía ese fin de semana. Me tuve que sacar la licencia a toda prisa y en el ultimo momento, y de esto me enteré porque yo acudía al bar donde se juntaban toda esta gente por el ambiente racing que allí se respiraba. Después competí al lado de un amigo, aunque Pedro Diego era jugador de fútbol antes que piloto, y jugaba en los equipos de por allí, como el de San Vicente de la Barquera. Después coincidimos en los Salesianos en primero, segundo y tercero de BUP y en COU. Y creo que le metí yo el veneno de los rallyes después de cuatro años juntos estudiando. El hermano se compró un GT Turbo Fase I, ese que se rompían los asientos cuando acelerabas, aunque luego le ‘dulcificasen’, y hablo del coche de calle, y a veces le cogíamos nosotros. Entonces es cuando me di cuenta que Pedro tenía muchas manos para llevar coches y le dije que intentara convencer a sus padres. Él vio mi debut en rallyes como espectador y en el siguiente rallye, el Sierra Morena del 1988 ya fuimos juntos. Creo recordar que hicimos cinco pruebas y después se separaron nuestros caminos amistosamente, ya que yo tampoco tenía un nivel alto de copilotaje”.

 Podéis leer la entrevista completa en el número 1.785 de AUTOhebdo SPORT…

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