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El pasado GP de Italia de Fórmula 1, que finalizó de forma vergonzosa con el pelotón neutralizado detrás del safety car, demostró de forma cruda esa situación que tan a menudo vivimos en la competición automovilística de ver cómo el cumplimiento de una norma va totalmente en contra del espíritu bajo el que fue redactada. Y por supuesto sufrir un espectáculo falseado por parte de todos los aficionados que han pagado su entrada.

Partamos antes que nada de una premisa fundamental: el reglamento, guste o no, siempre debe cumplirse. Cuando se ve que una norma no funciona o se ha quedado desfasada, la solución nunca puede ser no cumplirla, por muy ridícula que pueda resultar. Si una norma queda sujeta a lo que alguien pueda interpretar como lo lógico, acabaríamos como en la ley de la selva, algo nada recomendable en un deporte que implica un importante riesgo físico para participantes y espectadores.

Por tanto, nada que objetar a que Max Verstappen venciera en Monza detrás del coche de seguridad, porque desde el punto de vista reglamentario la dirección de carrera actuó correctamente. El problema no es ese, el problema es que la FIA no haya hecho antes nada por impedirlo. El controvertido final de temporada 2021, que evitó precisamente que el Mundial se decidiera con el pelotón neutralizado, merecía una revisión profunda en su normativa. No se hizo, y ahora vemos las consecuencias.

Tiene gracia ver a todos los que ahora saltan diciendo que el final de carrera en Monza demostraba que tenían razón y que Lewis Hamilton fue “robado” en Abu Dhabi en la final del pasado Mundial. Lo mismo cabe decir de los que defienden que Masi hizo bien en que no se terminara detrás del safety car. Ambas visiones tienen buenas razones de fondo, pero estamos en un caso claro de mirar el dedo y no la luna ante un problema. No se trata de tener razón, sino de ir al verdadero fondo de la cuestión: una carrera de coches, por su propia definición, nunca puede finalizar neutralizada.

Resulta preocupante que, ante un fiasco como el vivido en el Gran Premio de Italia, la FIA no haya salido a la palestra de forma urgente anunciando que va a revisarse todo el proceso, para evitar que las carreras (en la medida de lo posible) acaben neutralizadas. Es la mejor muestra de la distancia que a menudo existe entre el ente regulador y la propia esencia del deporte. Lo mismo cabe decir de la Fórmula 1 como organización, que vuelve a las andadas con el disparate de las parrillas invertidas para mejorar el espectáculo. Antes de proponer cosas nuevas, asegúrense por favor de que los fundamentos de la competición funcionan.

Porque, la verdad, para este viaje a Monza en su 100º aniversario no hacía falta tanta alforja.

 

Nº 1776 (Octubre, 2022) 

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