Campeona de España y de Galicia de Rallyes de Tierra, Ana siempre será recordada por su bravura al volante y su simpatía fuera del coche.

La tarde/noche de ayer decenas de mensajes en todas las redes sociales hablaban de Ana Barbero. El fallecimiento de la ex piloto cordobesa sacudía al mundo de las carreras. Una cruel enfermedad se la ha llevado.

Ana Barbero fue una piloto muy conocida en los rallyes a finales de los años ochenta y principios de los noventa. Cordobesa, sus primeros pasos en las carreras fueron como aficionada y más tarde como piloto de pruebas de montaña y de rallyes en Andalucía. Por aquella época estableció una relación con Guillermo Barreras, con quien se casó y quien le ayudó a dar un impulso a su carrera deportiva. La vinculación de Barreras con el equipo Citroën, dirigido por José María Barroso, la permitió. Competir en el Nacional de Tierra con un Citroen AX 4x4 con el que se proclamó Campeona de España en la categoría femenina logrando además el título absoluto del certamen gallego de rallyes de tierra.

Más tarde, en el año 1994, de la mano de Fiat, que había puesto en marcha la Copa Cinquecento, corrió varias pruebas, incluso el Rallye de Montecarlo, a bordo de un Cinquecento Gr.A.

Retirada de las carreras durante una década, fue recuperada por la RFEdA en época de Carlos Gracia, entrando a formar parte de la Comisión Mujer y Motor que la entidad promovió en 2014 Un programa del que surgió un equipo femenino para competir en rallyes dentro de la Copa Dacia Sandero cuya piloto fue la canaria Elba Correa.

Fue en aquella época cuando su hija, Anita Barreras, comenzó a sentir la llamada de la competición, convirtiéndose Ana en su principal valedora para que debutara en carreras de circuitos (Copa Toyota Kobe, Copa Saxo, etc).

En el plano personal conocí a Ana a principios de los noventa cuando corría con Citroën en la tierra y tuve contacto con ella especialmente cuando estuvo con Fiat, puesto que en esa época yo cubría el Nacional de Rallyes para la revista. Además de ser una piloto muy rápida y brava al volante, también destacaba por su simpatía. Conversar con ella con ese acento cordobés que nunca perdió, era siempre un placer. Por ese motivo me alegré de volver a verla cuando entró en la RFEdA y más tarde al reencontrarla en los paddocks de los circuitos apoyando a su hija Anita.

En los últimos meses he visto su lucha frente a la enfermedad (el ELA) y el apoyo de su familia, con Anita al frente. La última vez que la vi, durante la ceremonia de salida del Rallye Sierra Morena, a principios de abril, iba en silla de ruedas, Anita esta ahí, junto a ella. Pese a la tragedia a la que se enfrentaba, Ana volvió a sonreir al intercambiar unas palabras conmigo.

Entonces me acordé de otro amigo que nos dejó en similares circunstancias, Capi Saiz, y también recordé las palabras de Maria de Villota: “La vida es un regalo”. Los dos, Capi y María y muchos más amigos que nos han dejado, siguen en nuestra memoria. Nunca os olvidaremos.