"Ser número 1 en EE.UU. es de lo más grande que se puede lograr en esto de las carreras. Yo, gracias a esta bendita revista, lo descubrí hace tres décadas, y Palou hoy en día lo tiene clarísimo. Bien por él".
La victoria de Álex Palou en la IndyCar, su tercer título en cinco años, tiene un componente añadido de satisfacción personal para quien escribe estas líneas. Espero que sepan perdonarme por este pequeño ejercicio de nostalgia, pero es que, además, tiene mucho que ver con esta revista y está unido al reciente triunfo del piloto catalán.
Era 1995 y tomé la decisión de emigrar a Estados Unidos para reforzar mi inglés una vez terminados mis estudios universitarios de Derecho. Como lo de conseguir un trabajo allí era bastante inviable, decidí fulminar todos mis ahorros para seguir la IndyCar. El problema es que mis ahorros no daban para sufragar los gastos de la aventura, y crucialmente vino a mi rescate la revista AUTOhebdo SPORT.
El campeonato de la IndyCar en aquella época estaba en el momento de mayor apogeo de su historia y rivalizaba abiertamente con la F1. Por esa razón, pensé que a Luis Ramón Criado, el director de nuestra querida revista en aquellos años, podría seducirle la idea de pagarme un dinerillo por hacerle de corresponsal. Aunque mi querido Luis Ramón nunca destacó por su generosidad a la hora de los salarios, le agradeceré eternamente que en parte financiara aquella fase crucial en mi vida a nivel personal y profesional.
Con la acreditación de prensa asegurada para todas las carreras, ya tenía acceso privilegiado para vivir todo ese mundo. Así pude empezar a tejer relaciones y, por supuesto, ir poco a poco mejorando mi inglés. Y así fue que, como corresponsal de AUTOhebdo SPORT en Norteamérica, empecé a hacer entrevistas a Emerson Fittipaldi, Al Unser, Roger Penske, Mario Andretti, Richard Petty, Dale Earnhardt, etc. ¡Tenía que pellizcarme para darme cuenta de que aquello era real!
Fascinado por el ambiente que se respiraba, empecé a imaginar qué bonito sería ver a un piloto español compitiendo en ese certamen. El primero en ver el potencial de labrarse un futuro como piloto en Estados Unidos fue Oriol Servià, y tuve la fortuna de vivir en personaprimero sus triunfos en la Indy Lights (la categoría de acceso) y luego su consolidación en la IndyCar. El bueno de Oriol y algo más tarde Antonio García demostraron que hacer las Américas podía ser mucho más rentable económica y deportivamente que quedarse en Europa.
Esta sensación de ver que hay vida más allá de la Fórmula 1 y sentirse realizado como piloto debe ser probablemente lo que Álex Palou tiene en mente en estos momentos cuando admite que el sueño de la F1 está descartado. Cuando compites (y ganas) en campeonatos de gran nivel, con circuitos llenos de público y con coches muy desafiantes, algo muy claro y tentador tiene que aparecer para que renuncies a ese tipo de vida. Ese tren, como el propio Álex reconoce, pasó con McLaren, y si no se pudo concretar, mejor valorar el esplendoroso presente y futuro que tiene ante él al otro lado del Atlántico.
Desde Europa, siempre se ha mirado con cierto desdén o prejuicio el automovilismo yanqui. Pero la realidad es que, si no se tiene una opción para ser competitivo en la Fórmula 1, lo que te ofrece Estados Unidos es claramente la inmediata mejor opción. Porque, “last but not least”, como dicen por allí, quien dice correr en la IndyCar dice poder correr también en Daytona, en Le Mans e incluso hacer alguna incursión en la Nascar. Ser número 1 en EE.UU. es de lo más grande que se puede lograr en esto de las carreras. Yo, gracias a esta bendita revista, lo descubrí hace tres décadas, y Palou hoy en día lo tiene clarísimo. Bien por él.