Al leer el título de este Editorial es lógico pensar que voy a hablar de algún tema técnico del automóvil…Pues no es así. Está claro que el catalizador, también llamado convertidor catalítico, es una pieza fundamental de nuestros coches. Su función, modificar químicamente los gases mediante el fenómeno de oxidación-reducción, permite reducir las emisiones nocivas del escape de los vehículos.
Hablando del catalizador, el del coche, recuerdo que es obligatorio en España desde 1993 y que su introducción, con la consiguiente utilización de la gasolina sin plomo, fue bastante complicada en materia logística. Por cierto, fue Opel la primera marca europea en emplearlo en sus vehículos en Europa, ya en 1984, y en España algunos de sus coches ya lo incorporaban en 1989. Una decisión muy valiente, en pro de la mejora del medio ambiente…cuando apenas había gasolineras con surtidores de combustible sin plomo. Una circunstancia que ahora me recuerda al coche eléctrico y los puntos de recarga…
Bueno, había dicho que no iba a hablar de un asunto técnico. Mi alusión al “catalizador” se refiere a una de las acepciones de la palabra, aquella que alude a una cosa o persona que estimula el desarrollo de un proceso.
Las dos fotografías que ilustran estas líneas (la de Carlos Sainz padre en 1985, junto a Antonio Boto, en Barcelona, cuando fue operado de apendicitis, y la de Carlos Sainz hijo, operado de la misma afección en Arabia Saudí hace poco, junto a su padre) son la inspiración de mi reflexión. Sin duda, la fotografía de 2024 fue tomada como homenaje a la de 39 años antes. Un homenaje que los Sainz quisieron tributar al que fuera su copiloto y gran amigo, fallecido en noviembre de 2021.
En las distintas ocasiones en las que fui testigo de algún encuentro entre Sainz y Boto, pude comprobar las buenas vibraciones que tenían ambos. En particular, aquel reportaje que hicimos en 2011, en el que reunimos en Madrid a Carlos junto a todos los copilotos que había tenido, fue un auténtico espectáculo gracias a él. Antonio sacaba lo mejor de Carlos en el plano personal con la complicidad de todos los presentes, no menos “catalizadores”, como Luis Moya o Juanjo Lacalle, por ejemplo.
El homenaje que los Sainz rindieron a Boto en esa foto es el mejor tributo que podían hacerle a su amigo. Por cierto, su memoria sigue presente entre todos nosotros, y en el Rallye Festival Hoznayo sus cenizas realizaron una última ascensión a Peña Cabarga a bordo del Talbot Sunbeam Lotus de Gary Gee. Un gesto que pone los pelos de punta.
La épica del automovilismo quiso que Carlos ganara el GP de Australia pocos días después de su operación. Y allí estaba su padre también. Para el piloto de Ferrari, su padre es más que un consejero, es quién está detrás en toda circunstancia, y esta temporada tan crucial está ejerciendo de mánager, de talismán, de guía… de todo lo que haga falta. Y es que, sin duda alguna, cuando hablamos de “catalizador”, para muchos de nosotros no hay nadie mejor que nuestra familia.
Sin embargo, a lo largo de nuestras vidas, seguro que también nos hemos encontrado personas que nos han ayudado a sacar lo mejor de nosotros mismos. En nuestros trabajos, en nuestra vida social, nos cruzamos con todo tipo de personas, y siempre hay algunas con las que conectamos más, que nos hacen más felices y que nos sirven de acicate para mejorar.
La importancia de las personas es crucial en todo. El buen momento que vive el automovilismo nacional se debe, entre algunos otros factores, a la apuesta personal de representantes de diferentes colectivos. Contamos con el respaldo de empresarios con una gran pasión por nuestro deporte, así como el de directivos de multinacionales que no son ajenos a que el mejor lugar de promoción del automóvil es precisamente la competición. Todos ellos también son “catalizadores”, personajes a los que debemos agradecer que actualmente estemos viviendo un momento dulce en el automovilismo. ¡Y que dure!