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Es innegable la virtud de cierta clase política de crear desaguisados y salir indemne de responsabilidades en el desastre creado por ellos mismos. A diario lo vivimos en estos convulsos tiempos.

Un buen ejemplo de esta situación lo tenemos en la persona de Jean Todt como presidente de la Federación Internacional de Automovilismo, el máximo órgano político de nuestro deporte. Su “crimen” es el desastre creado con la reglamentación actual de motorizaciones híbridas de la Fórmula 1, fruto exclusivo y único de su cabezonería. Una cabezonería que se impuso incluso a los deseos de Bernie Ecclestone, que con razón, como se ha visto después, intuía que no iba a traer nada bueno.

Es un hecho objetivo que la reglamentación vigente de motorizaciones híbridas de la F1 ha disparado los costes, ha ahuyentado la participación de grandes constructores como el Grupo Volkswagen o ha agotado la paciencia de otros como el reciente caso de Honda. Por si todo lo anterior fuera poco, bajo estas reglas hemos vivido (sufrido) la mayor era de dominio de un constructor en la historia de la Fórmula 1, con los siete títulos consecutivos de Mercedes. Solo este año, el último de la reglamentación vigente, Mercedes tiene un rival que le está haciendo sufrir.

La principal misión a la hora de confeccionar reglamentos es la de crear un entorno deportivo seguro, sostenible y con diversidad de oportunidades para sus participantes. No parece, a tenor de los resultados, que estos objetivos se hayan cumplido con éxito.

No hay que olvidar que casi lo peor de todo es que, después de todo este costoso viaje, la F1 no ha sido capaz tampoco de ofrecerse ante el mundo como el gran aportador de soluciones en pro de la sostenibilidad, pues ese trofeo se lo ha llevado la Fórmula E (la gran niña bonita de Jean Todt, no lo olvidemos tampoco).

Enfrascados ahora como andan en la nueva reglamentación de motores vigente a partir de 2025, la premisa gira alrededor de motores menos complejos y más económicos, reducir el aporte de potencia eléctrica a la energía cinética (el KERS de toda la vida, vamos) y seguir apostando por la reducción del consumo, es decir, regresar en cierto modo a lo que debía haber sido el punto de partida en 2013.

Cruel paradoja la de dar solución a un problema creado donde no había problema alguno y que, tal y como ocurre en la más fastidiosa política, pasen los años y nadie vaya a la Plaza de la Concordia de París a decir: “Sr. Todt, para este viaje no hacía falta tanta alforja”.

 

Nº 1761 (Julio, 2021) 

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