Julio, 2022
Desde hace tres años vengo compitiendo de forma regular con Jordi Ventura. Es lógico que pueda parecer un regreso a la actividad, pues llevaba años apartado del copilotaje en rallyes de velocidad y acompañar a Ventura no deja de ser un regreso a las carreras, aunque yo no me lo tomo como tal.
Todo tiene su época, y mi trayectoria como copiloto profesional está lejana y cerrada, es natural que así sea, el paso del tiempo es inexorable y cada cosa debe hacerse a su momento, sobre todo una actividad tan exigente como son los rallyes. Por lo tanto no he vuelto, lo que estoy llevando a cabo a día de hoy es una especie de desafío personal que, sinceramente, me sigue atrayendo por el mismo motivo que en 2019 decidí correr un par de rallyes con Jordi. Ahí me di cuenta de lo bien que me ha tratado la vida en cuanto a salud y condiciones físicas.
Conozco a Jordi desde hace casi 35 años, y siempre hemos mantenido amistad y conexión personal. Desde que en 2018 se construyó un Golf GTI de Grupo A para correr algunos rallyes de Clásicos que le permitieran sentir de nuevo la adrenalina en las venas, veníamos comentando, medio en serio, medio en broma, que debíamos hacer algún rallye juntos. Dicho y hecho, en 2019 cumplimos nuestro objetivo en el Legend Les Corbes, y repetimos experiencia unas semanas después en el Osona.
Ambos rallyes los terminamos sextos… ¡y ahí sigo! ¿Por qué? Antes que nada, por amistad y por la satisfacción personal de ir con un gran piloto y persona; no lo haría con ningún piloto más. Pero, analizando mis razones, debo decir que también sigo ahí porque los resultados llegan, corremos de lo lindo y a mí no me resulta difícil hacer mi cometido. Al final, afloran las sensaciones del copilotaje de una manera muy similar a como lo hacían en los años de profesional.
Parece que efectivamente sea un regreso, pero yo creo que no es exactamente eso. No me confundo si digo que tanto Jordi como un servidor estamos asociados por un motivo común: sentirnos competitivos más allá de los 60. Correr rallyes queriendo hacerlo bien requiere, entre otras cosas, experiencia, y de eso ambos tenemos suficiente. Y las cualidades como piloto de Jordi siguen sorprendentemente intactas y a un nivel más que notable.
El oficio no se ha olvidado y, aunque las condiciones físicas no son las de antes, ambos estamos disfrutando (creo que es el motivo principal de que yo siga ahí) de una competitividad que a mí francamente me sorprende y me seduce, hasta el punto de que se ha convertido, como decía, en un claro y consciente desafío personal.
Anotar y leer las notas al ritmo adecuado, llevar al coche en hora y mantener el habitáculo más o menos “ordenado” (casco, Hans, sotocasco, bolsa, carné, cuadernos, roadbook, crono, tiempos, etc.) exige concentración y a menudo esfuerzo; aguantar las sacudidas y vaivenes del coche, también. Por el momento, todo esto se supera, aun cuando al final del rallye el cuerpo quede un poco derrengado. Lo que con 20 o 30 años es físicamente fácil de superar, para un veterano sesentón, con más de 25 de parón previo como es mi caso, lo es menos.
Hay dos aspectos en los que tengo que esforzarme para seguir cumpliendo al nivel que se espera de mí: la noche y el calor. Siempre he gozado de una magnífica visión, pero la vista cansada no perdona y ver bien las notas en los tramos nocturnos a menudo me exige utilizar gafas de proximidad para asegurar la lectura. Este es claramente el asunto que más concentración me exige, aparte, claro está, de la dicción eficaz de las notas en todo momento.
El fuerte calor se nota más en la madurez. Recuerdo aquellos rallyes de tierra en Andalucía o Extremadura, aquellas largas carreras de Gran Canaria o Alicante del Europeo o las tórridas tardes de Córdoba del Nacional donde sudabas la gota gorda. Ahora, corriendo simples rallyes del Regional, los grados centígrados en el habitáculo se acusan mucho más.
Hay gente de más edad que corre que se las pela y ahí sigue, pero cada uno sabe el porqué de las cosas. Correr con Jordi a la velocidad a la que vamos, con 61 años él y 64 yo, lo considero algo notable, y me mantiene en una forma física y mental que valoro mucho.
En 1991, como Relaciones con los pilotos del Rally Catalunya-Costa Brava, viví la victoria de Armin Schwarz y Arne Hertz. Yo tenía 33 años y hacía el Nacional de Tierra con Zanini en el Porsche 911 4x4. Al año siguiente lo corrí con Bardolet y el Ford Escort RS Cosworth, y también hicimos un par de pruebas del Mundial con el Sierra. Observando a Hertz en lo alto del podio, me preguntaba qué movía a aquel brillante copiloto sueco de 52 años a mantener una intensa actividad y lograr la que fue su última victoria en el Mundial. No me veía ahí a esa edad.
Que ahora con 12 años más yo esté danzando me llena de orgullo. No estoy loco, porque tengo muy claro que lo que hago a nivel local no tiene ninguna similitud con lo que lograba aquella figura mundial, pero en mi fuero interno las temporadas que estoy viviendo son para mí un bonito colofón. Cuando yo meditaba en Lloret en aquel lejano 1991, AUTOhebdo SPORT estaba en pleno apogeo. Décadas después, han pasado muchas cosas, nuestra revista ha vuelto y de alguna forma yo también. ¡Bendito deporte!
Nº 1773 (Julio, 2022)
Josep Autet
*Las opiniones expresadas en esta columna son personales y no reflejan necesariamente la línea editorial de la revista.