Como buen apasionado de las carreras cumplió su sueño de competir, haciéndolo tanto en kart como en rallyes de regularidad.

La mañana del pasado martes día 8 de octubre, las RRSS me volvieron a dar un vuelco al corazón. Un post de Facebook de uno de mis contactos de Cantabria anunciaba el fallecimiento de un amigo, Finito Alberdi.

Finito (Serafín) era un gran aficionado al automovilismo. Natural de Carasa estaba muy vinculado a mi familia materna, también de esa localidad del municipio de La Junta de Voto.

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Como buen apasionado de las carreras cumplió su sueño de competir, haciéndolo tanto en kart como en rallyes de regularidad. A bordo de su kart Finito y otro buen grupo de pilotos de Cantabria, marcaron una era con sus pequeños vehículos, con los que competían tanto en pruebas por las distintas localidades de la comunidad, como especialmente en pruebas de montaña, siendo especialmente significativa su presencia en la mítica Subida a la Bien Aparecida.

Hace un tiempo Finito sufrió un ictus, y después de recuperarse de un modo razonable de este accidente cerebrovascular, su estado de salud empeoró en los últimos días hasta llegar a este fatal desenlace.

Hace unos años, concretamente nueve, en 2015, una experiencia que viví chaval con Finito me inspiró para escribir el editorial de la semana de AUTOhebdo SPORT. Fue en el número 1532, del 26 de mayo.

Aquí abajo podéis leer aquel editorial y comprobaréis el porqué con Finito en una época de mi vida tuve una doble conexión, que permanecerá para siempre. Mi más sentido pésame a su familia. ¡D.E.P amigo!

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Deporte sostenible

Siendo adolescente, un amigo que ya conducía, me llevaba de copiloto a bordo de su Seat 127. Era radioaficionado como yo, y compartía además mi misma pasión por los coches. Mientras estiraba las velocidades de aquel coche, amarillo, con faros auxiliares “de rallye” y una antena de emisora que doblaba su altura, me decía: “Juanma, aquí no hay carreteras para este coche, ves, no podemos darle más, porque enseguida llegan las curvas.” Aquello me quedó grabado de por vida.

Hace unas semanas volví a recordar aquel episodio. Tomé prestado el coche de mi madre, un pequeño utilitario de gasolina, primo hermano del modelo con el que se disputa el Volant RACC, y por las mismas carreteras de mi Cantabria natal disfruté de su conducción como un enano y eso que se trata de un coche de tan solo 69 caballos.

Todo esto que cuento viene a colación porque sigo observando como muchos pilotos de rallyes se obsesionan en competir con vehículos de grandes prestaciones, del tipo de R5, Mitsubishi R4 o Porsche, modelos que necesitan grandes presupuestos para disputar una temporada, algo que solo está alcance de unos pocos.

Para muchos pilotos competir no es solo un hobbie, sino que buscan en ello una proyección personal que les lleve a lo más alto del automovilismo, y quieren poner toda la carne en el asador para lograrlo. Sin embargo, las carreras, ya sea en rallyes, o circuitos, o incluso el karting, ha llevado a muchas familias a la ruina, en algunos casos por haber querido tener una trayectoria meteórica en la competición. Muchos de esos pilotos brillaron en algún momento con fuerza, pero lamentablemente fueron flores de un día.

Para asentarse en la competición hay que afrontar las carreras paso a paso, y por ese motivo, y ahí es donde quería llegar, en el Campeonato de España de Rallyes los R2 están tomando el auge que se merecen, ya que son vehículos de muy buenas prestaciones, con una relación de precio-satisfacción de pilotaje, excelente.

Desde que hace unos años probé el primer R2, un Ford Fiesta, siempre recomiendo este tipo de coches para los pilotos más experimentados cuyo presupuesto no alcance para coches de mayor potencia. Para los que se inician en las carreras, en el asfalto existen la Copa Suzuki Swift y la Dacia Sandero Cup y en la tierra la Copa Kobe. Modos todos ellos de competir en rallyes de modo sostenible, que es de lo que se trata.

hugo rodriguez

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