Marzo, 2022
Dicen que no es bueno mirar al pasado, porque si miras hacia atrás te puedes perder lo que tienes delante. Todo esto es estupendo para los típicos vídeos inspiracionales que suelen pasarte, siempre desde el cariño, al móvil… Pero no estoy del todo de acuerdo.
Coincidiendo con el 40º aniversario de esta magnífica revista que tenéis en las manos, me he parado a pensar que yo también celebraré a finales de año mis 30 años de trayectoria como profesional en el motorsport, y en concreto desde mis primeros pinitos como periodista del sector del automóvil.
Jugando al Backgammon con Paco Godia
Yo me postulé para trabajar en Solo Auto antes de acabar la carrera de Periodismo en la UAB. Años antes, había conocido a Ramiro Mansanet y Javi Arias, reporteros de las carreras, en el Circuito del Jarama. Entonces tuve claro que yo estudiaría periodismo para ser “como ellos”. Yo ya era aficionada y seguía las carreras junto a mi novio de entonces, Eusebio Güell, formado por Emilio de Villota. Una familia esencial en mi vida. Oro de ley.
La afición a las carreras siempre estuvo ahí. El culpable fue Paco Godia, el padre de mi mejor amiga, Lili. Puro en boca, unos ojos enormes que te miraban por el retrovisor cuando íbamos a misa desde El Conventet en un sedán deportivo… Era todo un ritual. Salir de ese garaje lleno de fotografías suyas… Fue así, entre partida y partida de Backgammon, como fui descubriendo, a través de sus historias, mi afición-devoción por la Fórmula 1.
“Llámame el lunes”
El novio dejaría de serlo, y Paco se iría al cielo un frío día de noviembre de 1990, pero yo estaba dispuesta a seguir adelante con “el plan”. Un día tuve la suerte de ser presentada a Juan Porcar en el palco de autoridades del Palau Sant Jordi de Barcelona durante la celebración de un Trial Indoor de Barcelona. Año 92, un gran año, por cierto. Me dijo que le llamara el lunes… y así lo hice, durante varias semanas y meses… hasta que un día de septiembre en el que ya había perdido toda esperanza sonó el teléfono y escuché la voz de Reyes Bertrán, su eterna secretaria, que ya era como de la familia para mí, y me dijo que Juan me esperaba a las 16:00 al día siguiente.
Entonces sentí miedo. El corazón me iba a mil al colgar el teléfono (con marcador de disco, por supuesto). ¿Esto es de verdad? Juan me esperaba con una buena y una mala noticia. La buena, que necesitaban incorporar a un periodista. La mala, que Solo Auto había cerrado. Pero la vacante era para Solo Auto 4x4. ¿Y qué sabía yo de los 4x4 esos? Pues nada. Absolutamente nada. Juan me presentó a mi futuro jefe, el incombustible Chema Huete. Era el redactor jefe de la revista de/para especialistas. Una de las mejores del mercado. Y sorprendentemente les gustó mi manera de redactar. Obviamente, en las pruebas de habilidad en aquella pista de Molins de Rei, si no es por el magnífico Félix Dot y sus consejos, no estaríais leyendo estas líneas.
Me mandan a “mi plaza” y conozco a otro gran amor…
El 22 de diciembre de 1992 me presento en la redacción. “Hay un acto de prensa”, me dice Chema con su eterno pitillo de entonces entre los labios, “en el tarjetón pone la dirección”. Leo: “Plaza Marqués de Foronda”. ¡Jopetas! “¡Anda que no hay localizaciones en Barcelona para hacer cosas chulas de prensa!”, pienso para mis adentros. “¡Pues va y me toca presentarme a esta gente en una plaza que lleva mi apellido!”. Mariano de Foronda había sido el comisario general de la Exposición del 29. Ahí se celebraba uno de esos vistosos shows antes de la disputa del Dakar. Y los grandísimos Salvador Servià y Jaime Puig realizaban una exhibición llevando su buggy escaleras abajo. Ese fue mi primer contacto con el Dakar, y ahí empezó mi gran historia de amor con esta prueba, aunque tuve que esperar hasta 1995 a que Juan me propusiera, en Granada, vivir “la gran aventura de mi vida”.
Por aquel entonces, los rollos de la agencia oficial de fotos para el Dakar, DPPI, se enviaban a París para revelar cada dos o tres días. El “correo” había fallado, así que Juan le dijo a Hubert Auriol que él tenía la solución. La “solución” era yo. Meterme en el ferry (sin pasaporte), no despegarme de Patrick Zaniroli, hacer la especial con el equipo de enlace, recibir los rollos, tomar un avión a Casablanca en la noche de fin de año y pelearme a distancia con un novio que años más tarde sería mi esposo, quien obviamente no entendía por qué no estaba pasando la noche más divertida del año con él.
La vuelta al mundo
Jamás olvidaré mis primeros años en la redacción. Yo tuve el orgullo de sentarme frente a Javier del Arco. Así que, cuando faltó Paco, ahí tuve a Javier para seguir instruyéndome sobre mi afición. Y por ahí estaba el otro “Blanca”. El gran Raymond Blancafort. Junto a Esther, nuestra “secre” de Dirección, Chema, Octavi Costa, Asensi Carricondo, Ramón Ortiz, un jovencísimo Noel García y mi adorado Toni Puig, diseñador gráfico, con el que me marcaba unos bailoteos del diez entre maquetación y maquetación. ¡Vivan los 90!
Mis innumerables viajes a Marruecos, con el Rallye del Atlas, o las pruebas de selección nacionales del Camel Trophy, las rutas posteriores por Belice, Borneo o Mongolia, junto con las pruebas de flota en Escocia con Land Rover y, por supuesto, nuestras grandes pruebas de Todo Terreno nacionales, como la Baja España o el Montes de Cuenca (con Jordi “Campkunen” como fotógrafo-piloto en los tramos), llenaron mis días de felicidad e imágenes imborrables, pero sobre todo de compañeros inseparables de aventuras de todas las redacciones, como los de AUTOhebdo, la revista que había que tener en casa todos los martes si querías enterarte de la actualidad de la competición, a todo color.
La Fórmula 1 me estaba esperando a la vuelta de la esquina, ¡y yo sin saberlo!, pero esa es otra historia que os contaré otro día…
Nº 1769 (Marzo, 2022)
Blanca de Foronda
*Las opiniones expresadas en esta columna son personales y no reflejan necesariamente la línea editorial de la revista.